El viento te da en la cara,
las olas te salpican la piel.
El miedo a estrellarse como ellas
te atenaza las piernas.
Atrás queda lo llano, el camino acostumbrado.
Delante lo indefinido, y rezas
por encontrar rosas además de espinas.
*Foto de Carlos Diago*
y el vértigo inunda tu cabeza.
Tal vez el fondo sea profundo y oscuro,
piensas.
Y las dudas se convierten en el peor enemigo
de uno mismo.
Para aprender a volar se necesita espacio
para desplegar las alas, recuerdas.
Y una carcajada de libertad salvaje acompaña al despegue.
*Ilustración de El principito de St Exupery*
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